Fotografía de Bárbara Zepeda Eguiarte
El valor de la ciudad por bruno Jiménez rodríguez
“Este palacio es fábrica de los dioses, pensé primeramente. Exploré los inhabitados recintos y corregí: Los dioses que lo edificaron han muerto. Noté sus peculiaridades y dije: Los dioses que lo edificaron estaban locos. Lo dije, bien lo sé, con una incomprensible reprobación, que era casi un remordimiento, con más horror intelectual que miedo sensible. A la impresión de enorme antigüedad se agregaron otras: la de lo interminable, la de lo atroz, la de lo complejamente insensato”.
Este fragmento del libro El Aleph de Jorge Luis Borges, nos muestra una parte del sentir humano al recorrer un espacio que es ajeno, sentimiento compartido al momento de caminar en la ciudad, el instante inalcanzable tratando de cruzar una vía de alta velocidad por un puente que no sabes si existe. Piensas: son grandes obras de ingeniería, pero ¿realmente solucionan algo? Los esfuerzos parecen inagotables en construir una ciudad cada vez más caótica.
Durante los años en la universidad, tratamos de entender la ciudad, mirándola como un sistema compuesto de sistemas, haciendo un análisis después una síntesis, intentamos responder algo. Pensamos en cómo los objetos arquitectónicos en puntos estratégicos pueden articular de manera diferente. Aunque quizá la ciudad deba ser valorada.
Así encontramos un punto de reflexión, ¿desde qué enfoque valoramos la ciudad? Quizá dicha valoración nos dote de una visión panorámica de las relaciones y disposiciones. La valoración se encuentra en todos lados, en los textos, en el
pasar cotidiano, en la psicología, en la opinión de
críticos, en la opinión del vecino. Corresponde a ideales, intereses y momentos específicos.
Podemos andar sobre un sendero abierto en este tema. José Villagrán García en su libro llamado Teoría de la arquitectura, nos habla de valores en toda creación arquitectónica, que utilizaremos particularmente pensando en lo urbano: “…valor arquitectónico se integrará con formas de valores: 1) útiles, 2) lógicos, 3) estéticos, 4) sociales”.
Villagrán piensa el primer inciso meramente utilitario, como un objeto que sirve para obtener algo. El segundo inciso de la lógica de lo verdadero y falso, cuando lo verdadero es la concordancia del contenido del pensamiento con el objeto. El tercero establece que la verdad y la sinceridad son condición para alcanzar la belleza. La sociedad la concibe en un conglomerado humano organizado hacia una cultura, cultura que describe como la parte que edifica el hombre.
Hablemos de la ciudad con estos puntos. Nos resulta útil, en ella se desarrolla la actividad humana, no en la totalidad. El uso de suelo corresponde a la parte lógica -algunos usos de suelo de la ciudad necesitan ser cambiados para conjugar espacios, descentralizar puntos importantes-. La movilidad y accesibilidad corresponde a la parte estética, no podemos seguir diseñando una ciudad en donde los tiempos de traslado cada vez son mayores, lo que implica un desgaste innecesario de recursos. La parte social es mirar la desigualdad en la ciudad y proponer soluciones.
Valorar la ciudad es ver cada una de sus caras, desde los puntos en los que nos sentimos más seguros hasta donde pensamos cada paso al andar, recorrer sus configuraciones, vivir sus espacios abiertos, aprender de los recintos históricos y, sobre todo, asombrarnos con lo verdadero, y tener en mente que el valor se lo damos los habitantes.
