Nuestra triste y vacía sociedad
por José David García Cervantes
Absolutamente todos los seres humanos hemos experimentado un sentimiento de profunda tristeza o melancolía en algún momento de nuestras vidas. Cada uno de los miembros de una sociedad representamos una personalidad distinta y, por tanto, las causas de nuestra tristeza son desiguales. Es vital conocer estos motivos de tristeza por los efectos que producen individual y -por consecuencia- colectivamente. A lo largo de la historia de las agrupaciones humanas estos motivos han ido en constante movimiento, permaneciendo algunas causas principales; siendo una la provocada por el anhelo de tener un objeto material de valor y no poseerlo. Este sentimiento se agrava en la actualidad con el constante “bombardeo” de contenido consumista a nivel planetario que termina por crear una sensación de tristeza al no poseer nunca todo aquello que se desea.
Estos anhelos consumistas se mantienen de generación en generación con el “contagio” del deseo de una persona a otra por obtener un objeto material. Persisten con la insistente publicidad de lo material que intenta fomentar su obtención, lo que inspira mi siguiente razonamiento: ¿qué sigue después de la obtención de este objeto material anhelado? Socialmente, ¿son más importantes estos sentimientos de anhelo y tristeza hacia algo material que el deseo por ser una persona íntegra y justa que pueda contribuir de una mejor manera hacia su comunidad?
Es difícil desprenderse de estos deseos consumistas si son parte de la educación impartida hacia una persona. Al ser parte de una formación, se convierten en una ideología, y por tanto aumenta su relevancia y fortaleza cultural. Aunque, de la misma manera, se incrementa la tristeza al no obtener estos objetos mencionados. Y es que la “felicidad” de muchas personas está basada en el constante consumo de objetos materiales, uno tras otro, sin poseer una razón realmente justificable para tenerlo o no -olvidándose totalmente de la importancia de ser una persona productiva no solo material, sino moralmente. Después de conseguir este “producto”, ¿qué sigue? El ser humano no se conforma con conseguir una sola cosa, siempre está pensando en la siguiente.
Estos sentimientos de anhelo y tristeza conducidos a lo material se reflejan en nuestra sociedad. En la actualidad, se valora socialmente más lo que pueda tener y acumular una persona materialmente, que moralmente -al generar una primera impresión de ella, se observa primero lo material y no lo moral. Nos encontramos inmersos, como lo menciona Gilles Lipovetsky, en “la era del vacío”. Un ciclo de vida guiado por
nuevos paradigmas y roles, en los cuales las persona con mayores y mejores posesiones materiales se encuentran en la parte más alta de nuestra pirámide y las personas con menor rango económico en la más baja-. Surgen también nuevos intereses y prioridades sociales alejados de la convivencia “humana” y del enriquecimiento moral, encaminados hacia un tesoro puramente material. Un mundo lleno de vacíos materiales, erróneamente priorizados.
La tristeza en nuestra sociedad no es del todo negativa, su superación conlleva resultados sumamente productivos y positivos, por la enseñanza que pueden significar para el desarrollo de un individuo. La depresión al no conseguir un premio económico puede convertirse en un grave daño social, no solamente por la extinción de principios éticos (la responsabilidad, la lealtad, la honestidad, la honradez y/o la integridad, etc.), sino por el daño que puede provocar a una agrupación la ausencia de dichos valores fundamentales.
Existe por otro lado una visión distorsionada en torno a dos conceptos clave: el “ser” y el “tener”. Parece, como lo menciona Erich Fromm, que “para poder ser hay que tener”, y que el “tener” ha “echado raíz” en las funciones sistemáticas y culturales del hombre en sociedad. Con relación al “ser”, es imposible hablar de la humanidad sin él. El “ser” se enfoca en las experiencias humanas, en intercambiar, convivir y compartir experiencias con otras personas, una propiedad elemental del ser humano y de sus agrupamientos. Un pueblo podría sobrevivir sin “tener”, jamás sin “ser”.
Hay cosas mucho más importantes en nuestro contenido social que el tema del consumismo, lamentablemente es una realidad su omnipresencia en nuestras sociedades. Quizá no se han perdido por completo valores, pero sí se han visto modificadas drásticamente sus concepciones. En la actualidad, sería muy complicado eliminar por completo el sistema consumista que nos rige, basado en tener cada vez más “conquistas” materiales, pero lo que sí podemos llevar a cabo es cambiar las utilidades que le damos a las cosas obtenidas y el motivo por el cual las deseamos. Deberíamos pensar más en nuestra integridad y en la buena relación con las personas que nos rodean para colaborar socialmente, en vez de juzgar instintivamente con base en lo que se tiene o no. Se puede comenzar por fomentar una educación distanciada de los prejuicios que rondan en nuestra sociedad, prejuicios de una persona a otra con base en su “vacío” consumista que no solamente rigen las relaciones sociales, sino que se convierten en verdaderas guías de vida.
